Todos de pequeños tenemos un
sueño y aspiramos a conseguirlo cueste lo que cueste, y pase lo que pase. De
pequeños, pensamos que al final del arco iris vive un pequeño leprechaun con
una gran olla de oro esperando para ti, que debajo de la cama hay un monstruo
que nos vigila atentamente por la noche y que si miramos y le vemos nos comerá,
que los reyes magos son increíbles por dar la vuelta al mundo en un día. Pero
todo esto termina, y llega el instituto, esa época en la que te das cuenta que
a veces hay que ser realista y que a veces los sueños son imposibles de
conseguir y que debes conformarte con lo que nos toca a cada uno. También,
terminas dándote cuenta de que nada de lo que creías que era verdad cuando eras
un pequeño niño inocente, lo es realmente, todo es una mentira, un juego sucio
que la mente juega con nosotros por mero aburrimiento o para reírse un rato de
lo ingenuos podemos llegar a ser pensando que los sueños se cumplen y que los
monstruos debajo de la cama existen.
Ahora te miras atrás en el
tiempo, y divisas perfectamente que los sueños fantásticos se han convertido en
sueños conformistas, y que los monstruos de debajo de la cama, existen, pero en
forma de ladrones, asesinos, políticos y demás despojos que trae esta sociedad.
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